Las cojeras son una de las lesiones más importantes que padecen las vacas de leche de alta producción. Sin embargo, a pesar de ser muy común y frecuente, falta información específica para el ganadero. En esta nueva entrega dedicada a la salud podal reflexionamos sobre este tema y os ofrecemos algunos consejos sobre cómo actuar cuando nos encontramos con este problema en nuestra granja.
Hoy en día, diagnosticar una cojera en nuestras ganaderías modernas debería ser una parte importante de la rutina ya implantada en el día a día, pero más importante aún es tratarlas antes de las 72 horas. Cuando digo tratar, no solo es llamar al podólogo o veterinario para hacerle un buen recorte terapéutico que evite daños en los tejidos sanos periféricos, ponerle un taco ortopédico y sanear la zona afectada para que tenga una buena cicatrización de la herida, sino también administrarles un antiinflamatorio.
La hiperalgesia (aumento del dolor) es uno de los desafíos más importantes en nuestras ganaderías para el manejo del dolor relacionado con la cojera de nuestras vacas; de esta forma vamos a garantizar un buen bienestar animal como primera toma de decisión para el ganadero.
En la gran mayoría de casos, la cojera pasa desapercibida, hasta que la marcha del animal le impide seguir al resto de los animales o que no apoya claramente una de las cuatro patas. La percepción del dolor, tanto en animales y humanos, se produce a través de múltiples receptores tisulares (mecanoreceptores), que son detectores de dolor mecánico y físico. Dentro de estos, hay otros tipos de receptores, pero los que nos importan a nosotros son los llamados nocirreceptores, que nos indican el daño tisular causado por una lesión.

Estos receptores están repartidos por todo el cuerpo y nos van a indicar en estos casos los estímulos nocivos (dañinos), que en nuestro caso sería el dolor asociado a la cojera, y nos los van a transmitir principalmente los nocirreceptores. El daño tisular que se produce en el lugar de la lesión, provoca una avalancha de impulsos que se envían desde el lugar de la lesión a la médula espinal, y luego al cerebro, que allí lo va a interpretar como el dolor.
La inflamación es parte del suceso y provoca liberación de múltiples sustancias, entre ellas la sustancia P, péptidos, células inflamatorias y sustancias químicas (J. Auer, J. Stick, 2012). Estas sustancias causan su daño e inflamación al difundirse en los tejidos que rodean el sitio de la lesión, ampliando el área involucrada. Esto hace que las fibras nerviosas cercanas a estos mediadores inflamatorios en expansión se sensibilicen y envían espontáneamente impulsos a la medula espinal y cerebro, amplificando el dolor. Esta es una explicación de que el sitio original de la lesión puede ser pequeño, pero, a medida que avanza el proceso inflamatorio, el dolor se va sintiendo en un área más grande.

El dolor hiperalgésico o neuropático es común en el ganado que padece trastornos de cojera de forma recurrente o animales con cojeras crónicas. Se caracteriza por ser un animal que exhibe una reacción del dolor exagerada en respuesta a un estimulo menor. El dolor persistente, independientemente de si se produce por una lesión o enfermedad, produce inflamación e hiperexcitabilidad o lo que vendríamos a decir más técnicamente, “activación” de las neuronas sensoriales de la médula espinal y del cerebro. A medida que las neuronas se “activan”, se vuelven más sensibles a los estímulos dolorosos.
LA HIPERALGESIA (AUMENTO DEL DOLOR) ES UNO DE LOS DESAFÍOS MÁS IMPORTANTES EN NUESTRAS GANADERÍAS PARA EL MANEJO DEL DOLOR RELACIONADO CON LA COJERA DE NUESTRAS VACAS
Aquí es donde vamos a tener un problema, porque el dolor neuropático de forma recurrente normalmente es bastante resistente al tratamiento analgésico, por lo que las vacas que se van poniendo cojas van a requerir un periodo prolongado de tratamiento para recuperarse (Shearer et al., 2013). Hay estudios que han descrito que la disminución significativa del umbral nociceptivo de los animales cojos puede durar hasta los 28 días después de su detección y tratamiento (Whay et al., 1998), por lo que es uno de los motivos por los que se recomienda tratar la cojera lo antes posible. Es importante también, ya que las cojeras se detectan mucho más tarde de su identificación, por lo que resultarán ya en hiperalgesia y la recuperación va a ser más prolongada a pesar de tener un tratamiento eficaz.

Hay varios estudios sobre el uso de antiinflamatorios no esteroideos para tratar el dolor asociado a las cojeras de vacas de leche. Las vacas tratadas tuvieron mejoras leves en la movilidad y en su distribución de peso de las patas (FC Flower et al., 2008; N. Chapinal et al., 2013). Otros estudios que probaron el Flunixin Meglumine resultó ser más significativo, reduciendo el dolor en su uso para tratar la cojera, por lo que los investigadores determinaron que los animales tratados tenían menos probabilidad de cojear después de la administración y colocaban el peso sobre el pie afectado 12 horas después del tratamiento y pasaban menos tiempo acostados en comparación con los animales control (Schulz KL. et al., 2011).

Uno de los tratamientos que más ha destacado por su eficacia para el control del dolor en la combinación del Meloxicam y el Gabapentin. El Meloxicam es también un conocido antiinflmatorio no esteroideo con un efecto analgésico muy potente en los bovinos. El Gabapentin, originalmente, se desarrolló para el tratamiento de la epilepsia en personas, pero luego descubrieron que tenia beneficios para el dolor crónico neuropático y el dolor inflamatorio agudo (Hurley et al., 2002) y que puede usarse en el ganado bovino (Coetzee et al., 2011).
EL USO DE ANTIINFLAMATORIOS PODRÍAN LIMITAR EL GRADO DE INFLAMACIÓN Y REDUCIR LA PROBABILIDAD DE COJERA
La administración de antiinflamatorios no esteroideos es una buena mesura preventiva para la mejora de la curación de la cojera, así como he dicho antes aliviar el dolor del animal, ya que le va a causar una disminución de la ingesta y, a la vez, va a repercutir de forma directa en su producción y fertilidad. Sus costes no solo son sustanciales, sino también pueden ser prolongados en la reducción de la producción de leche, que pueden comenzar varias semanas antes. Las cojeras pueden conducir a costes indirectos, como los intervalos de partos más largos (Charfeddine y Pérez-Cabal, 2017), lo que también pone en riesgo la reducción de su producción de leche esperada y baja su fertilidad y, como resultado, se pone en riesgo su salida de la granja.

Sabemos que una vaca en inicio de lactación tiene el doble de probabilidad de que se ponga coja, ya que sufre una sucesión de cambios fisiológicos, nutricionales y de manejo después del parto (Oehm et al., 2019), por lo que deberíamos tener especial atención en estos animales. Estudios recientes explican que reducir la inflamación en el primer parto puede tener beneficios a largo plazo para prevenir y tratar enfermedades, entre ellas las cojeras (J. Wilson et al., 2022). Cuando hay inflamación dentro del casco de la vaca, hay un debilitamiento del aparato suspensorio que une la falange distal con el estuche corneo (Newsome et al., 2017). Todo este proceso se produce alrededor del parto (Knott et al., 2007). El papel de la inflamación subaguda durante este periodo de transición se ha convertido en un mecanismo subyacente al riesgo de tener resultados negativos en la salud podal (Bradford et al., 2015).

Todas las vacas experimentan un grado de inflamación sistémico en los días posteriores al parto y, según el grado de inflamación, puede dictar el riesgo de cojera posterior (Bradford et al., 2015).
Estos procesos de inflamación subaguda también puede afectar a la lipólisis de la almohadilla digital o a su debilitamiento del aparato suspensorio, que así podría predisponer a una futura cojera (Newsome et al., 2016). Por lo tanto, el uso de antiinflamatorios podrían limitar el grado de inflamación y reducir la probabilidad de cojera (Wilson et al., 2022).
Autor: Rober Bellet Elias, veterinario/podólogo Rogadri (Lleida); socio de la APPB
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